
Quedé con él con la intención de hablar de cosas superfluas y rutinarias, había necesitado cuatro meses para tomar la iniciativa, de romper con nuestros silencios.
Nos encontramos en el pasillo. Creí que mi estómago se me revelaba y mi corazón sin duda lo seguía y por un momento quise pasar de largo sin mirarle como ya era frecuente en nuestros encuentros fortuitos por la oficina.
- Tendríamos que quedar antes de la salida, tenemos que cerrar algunos proyectos y necesito que los veas antes.
Él se quedó mirándome y habría dado todo lo que poseo por saber que pasaba en ese mismo instante por su cabeza. Creí que no me hablaría y que seguiría sin contestarme.
Pero se quedó mirándome con un gesto típico de un jugador de póker. Odiaba que pudiera esconderse con tanta facilidad tras ese gesto de ni frío ni calor.
- Sígueme a mi despacho, podremos hablar tranquilamente.
Mientras le seguía por el pasillo maldije cien veces mi idea. Cómo podía estar tan tranquilo y cómo podía estar yo tan nerviosa. Soy una mujer segura y equilibrada, no entiendo cómo puedo estar tan nerviosa, tengo que tranquilizarme. Quizá no es el momento. Cogí el móvil con la intención de decir que recibí un mensaje, que teníamos que dejarlo para otra ocasión cuando me lo encontré mirándome y cediéndome el paso a su despacho.
Ambos nos quedamos de pié enfrentados. Entre nosotros la mesa de despacho y meses de malos entendidos y silencios estúpidos que consiguieron romper cualquier atisbo de acercamiento entre los dos.
-Bueno tú dirás, ¿que proyectos son esos?
Sin duda su actitud fría y distante me dio la seguridad que necesitaba para hablar del trabajo como lo haría con cualquier otro compañero. No me permití ni un solo pensamiento que no fuese relacionado con el trabajo. Al terminar, salí de su despacho con la sensación de haber podido conmigo misma.
Fue en mi propio despacho a solas cuando todo el peso del mundo me cayó encima, desee llorar y lloré hasta quedarme limpia por dentro.
Mientras, él cerró la puerta de su despacho y se dejó caer en su sillón, cerró los ojos y creyó morir recordando su perfume, y sintiendo como cada vez que ella le miraba a los ojos a el le dolía. Cómo me puede hablar de trabajo como si nada y como puedo yo desear la muerte al verla. Está claro que ya no siente nada de nada, ojala pudiese estar en ese punto ya. Dios no puedo quitármela de la cabeza.
Ángeles Terán
1 comentario:
maravilloso, felicidades
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