lunes, 20 de diciembre de 2010

Una antigua reflexión.


DESAPRENDIENDO






Ella se despertó y sin abrir los ojos notó el peso de sus años, había superado la barrera de los 40 y sentía como tenía la necesidad de hacer inventario de su vida, de lo que había aprendido en el ecuador de su existencia.

Mantenía la vista fija en la lámpara de su habitación y aparte de pensar que necesitaba una limpieza a fondo, sólo podía llegar a una sola y aplastante conclusión, últimamente desaprendía más que aprendía.

Desaprendió a estimar esos valores inculcados desde pequeña. Están sobrevalorados. En su mayoría rodeados de una aureola de hipocresía que nos hace sentir cómodos ante los ojos ajenos. No se cofundan con ella, sabe bien que existen esos otros valores, pero como pequeñas joyas valiosas, ni hay tantos, ni cree que la mayoría los haya llegado a conocer.

También desaprendió a llevar arrastradas pesadas e hipócritas promesas que te esclavizan de por vida, a una vida que no es la que deseas, a una persona que ya no es la misma a la que le entregases tales votos, o tal vez, eres tú quién no eres la misma persona que los dio.

Desaprendió que lo que te decían tus mayores no siempre es cierto, que ellos llevan también arrastradas sus propias condenas y que tienen que defender esos principios para no llegar a la conclusión de que sí tenían una oportunidad, una salida a otra vida, a otra religión, a otra esperanza.

Demasiados y pesados pensamientos para despertar.

Mientras se dirigía a la cocina para preparar el café, se cruzó con el espejo del pasillo y mirándose notó que aún le devolvía una sonrisa cuando lo miraba. Aún así se propuso la misión de que ese mismo día, el día de su cumpleaños, debía expulsar y enfrentarse con todas sus miserias y sus miedos acumulados como roña añeja en sus rincones.

Escuchó decir a un buen amigo que la vida es un continuo caminar a un horizonte al que jamás llegaremos por muy rápido que caminemos, si es así, que prisa tenía. Se tomó su café tranquilamente y siguió con sus pensamientos.

Imaginaba la desconformidad de muchos si pudiesen oír estos pensamientos. Pero lo aceptaba, ya no valoraba igual las críticas de los que le rodeaban. Sólo las respetaba y en ocasiones, le hacían pensar, pero no las temía.

Sin embargo, no estaba en una fase fatalista. Todo lo desaprendido le daba armas muy poderosas para el día a día. Para poder entregarse sin complejos a cada sentimiento, a cada pensamiento, a sabiendas que pueden ser erróneos o simplemente desproporcionados. Pero eran suyos y había necesitado media vida para llegar a ellos.





También necesitó media vida para llegar a aceptarse, a valorarse sin comparaciones, a entregarse sin tener que justificarse.



Terán

4 comentarios:

Cyrano de Bergerac dijo...

Excelente. Gracias...

REIDI dijo...

Gracias a ti por estar siempre ahí....

FeSar dijo...

La vida es una continua escuela de aprendisaje. Que bonita reflesion , y que es verdad.
Felices fiestas angeles teran.

angeles teran dijo...

Gracias